Los días 27 y 29 de mayo, Laura Vázquez Riveiro, psicóloga en prácticas de la Universidad de Santiago de Compostela en el Programa Viviendas de la Asociación Érguete, realizó un taller donde se trabajó con la influencia de la pornografía en las relaciones sexuales. Como la carencia de una educación sexual en los adolescentes es sustituida por la pornografía y los perjuicios que esto provoca en las relaciones.
En nuestra sociedad, hablar de sexo sigue siendo un tema tabú que se suele evitar. Esto hace que la educación sexual que se recibe sea escasa, inadecuada e incluso nula. De esta manera, el primer contacto de muchos adolescentes con las relaciones sexuales es a través de la pornografía, por lo que esta construye nuestras relaciones sexuales y se utiliza como guía para el comportamiento sexual.
Si lo que aparece en el porno es lo que aprendemos y utilizamos para nuestras posteriores relaciones sexuales, ¿qué es lo que aparece en estos vídeos? Si realizamos un análisis podemos comprobar que más del 40% del porno en internet contiene violencia física contra la mujer, así como actos humillantes. Además, encontramos una recreación de situaciones poco realistas, prácticas sexuales sin protección y la perpetuación de los estereotipos de género.
De la misma forma, en la mayoría de vídeos se fomentan falsas creencias sobre el significado del no de las mujeres a mantener relaciones, una idea que está detrás de las agresiones sexuales: si no hay consentimiento de ambas partes a la hora de mantener una relación sexual, se está produciendo una violación. Por lo tanto, la pornografía echa por tierra el esfuerzo de hacer entender que NO es NO, en todas las situaciones, y que la ausencia de sí también es no, enseñando que el consentimiento de la mujer no es relevante. Asimismo, las violaciones son banalizadas y normalizadas, siendo una de las categorías pornográficas más consumidas.
El porno también provoca un fuerte impacto en el autoconcepto de la imagen corporal. De este modo, se promueve una hipersexualización tanto del cuerpo femenino como del masculino, exaltando aquellos aspectos considerados ideales dentro del cánon de belleza actual. De igual forma, se fomenta la cosificación de la mujer, tratándola como un medio para complacer al hombre y no como un fin en sí misma. Finalmente, otro aspecto a destacar es la infantilización, es decir, infantilizar a la mujer para que esta parezca “vírgen” eternamente, a través de la depilación integral y de cirugías como la himenoplastia (reconstrucción del himen) o el rejuvenecimiento vaginal. El resultado de esto es el nacimiento de una “nueva virginidad”, que combina la infantilización del órgano sexual femenino y la hipersexualización de senos.
En conclusión, la pornografía es una industria dominada por hombres y que por lo tanto aporta una visión de las relaciones desde una perspectiva meramente masculina, lo cual perpetúa los estereotipos sexuales y las relaciones de control y poder sobre la mujer, alimentando la cultura de la violación en la que actualmente vivimos. De esta forma, la última víctima de esta industria es la mujer, estando el hombre también presionado socialmente para cumplir el papel que el porno establece para él.